En Yucatán
La lluvia del Dios Chaac es avara
La sequía amenaza con el fin
Creencias de mística y de sangre
Se desatan 
Los cenotes son portales 
Reciben crueles sacrificios
Los niños narcotizados saltan 
El abismo final al Inframundo 
Cementerio atroz de cráneos diminutos 
El número de ellos es impreciso e inalcanzable
La historia nos dirá que una civilización
Ha calculado con precisión el movimiento de los astros
Ha forjado templos matemáticos que son calendarios 
Ha sido Imperio y luego ruina abandonada
Quedan allí, en las oscuras cuevas 
De la península mejicana
Los esqueletos diseminados, sagrado
Símbolo bestial que la desesperación
Y la magia han sumergido siglos atrás
Sin resultado, el dios de la lluvia y del agua
Ha ignorado las vírgenes ofrendas  
En cuerpos de inocencia 
Nos cabe conjeturar
Que tal Dios no existe
Y que el orden natural del universo
Lejos está de obedecer a caprichosos
Sacrificios 
O que el Dios existe 
Y frente a la barbarie ha configurado
Un castigo absoluto
Un castigo absoluto
Cuidando a sus innecesarios muertos
Desde siempre 
Pues es verdad que nadie se atreve
A manipular los huesos del subterráneo
Templo de agua y lodo
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