viernes, 26 de septiembre de 2008

Al idealista

La apariencia engaña al idealista, que ve en un rostro ignoto
e indulgente la esperanza. Pero es que el idealista es un iluso.
En su canto de victoria prematuro erige el futuro, vive en él.
Espejismo, garabato a mano alzada contra toda sustancia negra
y grasa acumulada por el humo, hollín del tiempo en las
fabricas de hombres engendradas por hombres.

El idealista canta, hipoteca su alegría, avasalla con su grito dominante
“Imanar el sol con rayos de esperanza, refugio del cielo y del alma”
Envejecer en una lata de conserva e ir a la conquista de los brazos
abiertos con mesura. Predestinar a los cráneos el conocimiento,
perfumar las ideas matinales, recreo del espíritu inquieto entre dos
sentimientos.

Prorrogar la felicidad de la proximidad femenina junto a otro cuerpo
benévolo, observando la fugacidad del fotograma.
El idealista canta en prosa inaugural para dar comienzo a cada
ilusión que lo mantenga vivo.

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