La luna, custodia de la noche que se abre una vez más
ofreciendo sus encantos tímidamente a las
grandes capitales que duermen bajo su dominio
Ella volaba o se suspendía sobre montañas
de hierro y de vidrio; entre ecos y edificios,
el espacio de las cosas llenaba el lugar
Ella crecía bajo el peso de las desgracias
Hallaba el camino en laberintos
y creaba salidas invisibles que jamás cerraba
Ella creía en sus encantos, embellecía
todo cuanto veían sus ojos bondadosos
Las ventanas, los rostros, las rocas, los bosques
los mares interminables, las ciudades inmensas
Ella contaba con la protección de sus astros
y contemplaba con alegría la constelación
que regia su espíritu pleno de energía y de voluntad
Ella era toda la noche trascurrida y más allá
de las noches de fiesta o de tristeza
no perdía su brillo incandescente
miércoles, 1 de octubre de 2008
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